martes, 5 de abril de 2011

FLORECER


Cuando Felipe López, prejubilado y solitario, comenzó a firmar los libros que adquiría, justamente en el  ángulo opuesto al que con ese fin había utilizado desde siempre, no intuyó que un súbito cambio iba a producirse en su ordenada vida.

En un día ventoso del mes de Marzo, avanzó erguido y rápido entre el gentío del mediodía, hacía la cita a la que había sido convocado. Un claxonazo le detuvo. Aunque no perdió la compostura, se apoyó levemente en el poste del semáforo y notó en la mano un roce de papel que provenía de unas tiras ondulantes que repetían el mismo número de móvil, rematando el siguiente enunciado:
                             
Nimia Flores- Curandera norteña del Perú
Mejor que el amor venga por su propio peso, pero por si no, realizo Amarres-Desamarres-Acercamientos-Alejamientos-Ruptura de maleficios....

Mientras cruzaba el paso de peatones, memorizó los nueve números del teléfono. Entró en la caja de ahorros, guardó cola  y cuando le atendieron, escuchó con estupor que tenía que verificar la firma en algunos de sus cheques, los cuales no habían sido cursados a causa de la irreconocible rúbrica.
Aquel imprevisto suceso le perturbó notablemente y esperó el resultado de las gestiones,sentado en un sillón de la neutra oficina. Su desconcierto no le impidió fijarse en una empleada que no había visto hasta aquel día. Se movía como una sirena entre las mesas, papeles y ordenadores, al otro lado del mostrador acristalado. Como si de una pecera se tratara, se miraron con ojos acuosos. Un primaveral desorden invadió a Felipe, que se vio impelido a levantarse y posar la mano abierta en el cristal, dejando una estrella de mar estampada. Se sonrieron, y por un momento, pareció que sólo a ellos iluminaba la luz azulada de los fluorescentes.

Salió a la calle, después de haber reconocido los talones como suyos, demorando cada uno de sus pasos, y así, poco a poco, alcanzó la cabina más cercana, desde la que llamó a la Sra. Nimia Flores.







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