El mimo se situó en el centro de la plaza, frente a una estatua. Adoptaba la imposible postura cuando una paloma se posó en su cabeza. Siguió imperturbable en la ejecución de su personaje, incluso cuando el cálido excremento comenzó a resbalar por su garganta. Por un momento piensa en abandonar y entonces, al abrir los ojos, distingue en el caballero de bronce una sonrisa de complicidad.
eh!, qué chulo!, yo también sonrío con complicidad.
ResponderEliminarPor fin te decidiste, muy bien, compañera del metal, ahí estamos.
Enhorabuena
ya lo he conseguido...ahora a disfrutarte...mil besos...
ResponderEliminarGenial! Ya tenía ganas de leerte. Un beso y que viva la creatividad!
ResponderEliminar