lunes, 17 de octubre de 2011

VIVIR COMO RAIZ DE ARBOL


Aprendizajes de estepario: 1.VIVIR COMO RAIZ DE ARBOL
Durante el verano, el estepario olvidó la piel deshabitada a fuerza de trabajar.  Para cuando las hordas humanas invadieron su bosque, ya había hecho una pequeña hendidura debajo del tronco sobre el que estaba el ordenador y cuando el silencio era cigarra alborotada, se sumergía en la oquedad. Dicho así parece fácil, ya que la hendidura se ensanchaba hasta engullirlo. Pero fue un proceso lento del que no salió indemne. En los primeros intentos la cabeza se le quedaba atorada, el cuello oprimido por los bordes de la grieta, la pelambrera que protegía las distintas partes de su cuerpo, erizada ante los primeros síntomas de asfixia. No conseguía el vacío, no podía olvidar el instinto humano: primero la cabeza como en el parto. Para cuando comprendió que este no era el impulso que debía seguir, había hecho quince intentos, a cada cual más desafortunado (en el último de ellos logró desatascarse agarrándose al teclado, lo cual produjo el hundimiento de varias teclas, suceso que determinó que su escritura estival se viera enriquecida por la búsqueda de palabras que no tuvieran b, s, y z, aunque esto es otra historia).
He de entrar por los pies, se dijo, claro, son ellos los que me sujetan a la tierra, de ahí estos pelos como escarpias, sensores que dibujan caminos de caracol en la tierra otoñal o arañazos de escarabajo pelotero en el polvo del verano, ¡oh poética! he de abandonar la cabeza, allí, arriba, y que sólo los sentidos entren en el vacío: cuando lo consiga, la cabeza me cabrá perfectamente, estará como hueca.
Y así fue, en aquel primer verano de aprendiz de estepario, como logró el vacío necesario para penetrar fácilmente en la tierra y vivir como raíz de árbol.

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