martes, 22 de mayo de 2012

TIEMPO MUERTO


Un minuto suspendido en la línea recta del horizonte, destello anunciado. El reflejo del minuto en el azulejo blanco, la espera congelada en el vaivén de segundos minúsculos que no pesan, que no pasan.

Agujas de hielo clavadas en el cuero cabelludo, corona de diamantes reflejada en la pared sin mácula.
Un abismo de preguntas sin respuesta se abre y golpea: margarita de la duda deshojada por el azar de ser flor y no otra cosa.

Dos minutos languideciendo en la cesta de fortuna, cayendo allí, donde la tierra se acaba, atrapados por el sol de medianoche.
Lenta tortura de la incertidumbre, espera deseada y rechazada, oxígeno que falta,  que ahoga y la barrera del miedo que como arrecife de coral actúa de dique ante la espera...
Y de pronto, en el reloj del tiempo acorralado, suenan las campanas del alba. El horizonte se desdibuja, la calima densa el tiempo, y los minutos, y los segundos, se deslizan   por la línea recta del horizonte, ábaco exacto indicando que el tiempo se ha acabado.

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